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El Terrorista del Avión – Séptimo día

Despertamos temprano, más que los otros días para desayunar, hacer Check Out y tomar el Transfer al aeropuerto.

Todavía tenía presente todo lo que habíamos comido en la Churrascaría, así que fue bastante complicado ingerir algo. El jugo de naranja no estaba rico y ni siquiera pasé por el lado del pan. Una sola taza de café y un poco de fruta, de la cual comí muy poca. Solo sandía y melón. El ananá lo obvié esta vez.

Las valijas casi las tenía prontas desde la noche anterior, me había bañado al levantarme y Mamá quería ir a buscar un regalito extra por uno de los locales de ahí cerca, pero claro, eran las 8:20 y todo abría a las 9 y a las 10. Igual salimos por ahí a ver que tal.

8:50 ya estábamos arriba de la van del Transfer y rumbo a otros 2 hoteles Bristol para levantar a 2 pasajeros más. Luego de un largo viaje que parecía que iba muy lento llegamos al aeropuerto de Curitiba. Allí fuimos directo a los mostradores de Check In de Gol e hicimos el despacho de equipaje. La valija de Mamá andaba por los 20 kilos y las mía llegaban a los 25.75 kg. No dijeron nada sobre el exceso de equipaje. Kilo más, kilo menos… no se iba a caer el avión.

Tuvimos tiempo para pasear por el aeropuerto. Habíamos llegado con 2 hora de anticipación. Hicimos algunas compras de recuerdos y tomamos un café. Luego nos sentamos frente al mirador y veíamos los aviones salir e irse. Cuando Mamá volvía del baño, yo escuché un mensaje que solicitaba a los pasajeros Federico de los Santos y Rosalina Villar que se presentaran en el mostrador de Check In de Gol. Mi madre ni había prestado atención, pero yo sí, así que nos dirigimos hacia allí y nos informaron que el vuelo venía retrasado desde Campinhas y que para que pudiéramos tomar el vuelo de Porto Alegre a Montevideo, deberíamos irnos en otro vuelo que estaba por salir en unos minutos. El otro avión era de la compañía OceanAir, una compañía brasileña de vuelos domésticos.

El vuelo por OceanAir fue menos suave que los vuelos de Gol, ya que el avión, un MK 28, es más chico. Los asientos nos tocaron separados, pero al lado de Mamá no viajaba nadie, así que me cambié. De comer nos dieron algo parecido a una empanada. Estaba caliente. De tomar, lo mismo que tenía Gol.

Lo más interesante es que el despegue en el aeropuerto de Curitiba (CWB) es hacia el norte, por lo tanto el avión tuvo que dar la vuelta y mientras lo hacíamos tuvimos una visión espectacular del suelo. En definitiva me gustó más la atención de OceanAir que de Gol.

Aterrizamos en Porto Alegre con muy poco tiempo. Hicimos el Check In en Gol y nos dirigimos a la puerta de embarques internacionales. Hicimos una cola larguísima hasta que nos permitieron el acceso a migraciones. Allí entregué los papeles de migraciones sin el sello de entrada a Brasil… Nos habíamos olvidado de hacerlo. En realidad, ni siquiera sabíamos que debíamos hacerlo. La mujer de migraciones no dijo nada y nos dejó seguir hasta el siguiente paso que eran los rayos X. Dejamos los bolsos en la cinta y pasamos la puerta. Nos detuvieron. Mamá tenía una botella en el bolso de mano y otras cosas en la cartera.

Sacó de la cartera sus medicamentos y la receta médica. La mujer que controlaba le sorprendió la cantidad de medicamentos, pero la receta médica era bastante amplia. La botella de agua le tomamos lo poco que le quedaba y se la entregamos.

Cosas extrañas: en los otros 3 embarques nunca nos pidieron que sacáramos nada de los bolsos. Yo quedé invicto, llevaba un tarrito de balsamo de unos 30cc. Nadie le pidió la receta médica cuando ella dijo que llevaba medicamentos. La botella de agua viajó de Curitiba a Porto Alegre. Y aún falta más.

El sandwich del vuelo de Gol fue más rico está vez. Pero quedé con hambre. El avión aterrizó en Carrasco y el piloto informó que el descenso se realizaría por la puerta delantera. eso indica que no utilizaríamos la manga.

Pero el avión se dirigió hacia el fondo de la pista y el comandante informó a los pasajeros que las autoridades aeronáuticas aún no habían habilitado el descenso de pasajeros.

Algo pasaba.

Habíamos visto 2 camiones de bomberos, de color verde claro. Se acercaron camionetas militares y del aeropuerto. Subieron tres personas, uno de ellos un policía, se acercaron a un pasajero y le pidieron que los acompañara. Descendieron.

El comandante pidió disculpas e informó que había fallado la seguridad en Porto Alegre en haber detectado “una faca” en uno de los pasajeros. Todas estas últimas comunicaciones fueron en portugués.

Tuvimos un terrorista a bordo.

La seguridad que nos hizo tirar la botella de agua no detectó una trincheta.

Descendimos del avión por las escaleras y subimos al ómnibus. Nos paseó por media pista hasta llegar a la entrada a migraciones. El proceso de migraciones en Carrasco fue muy rápido, había 6 personas atendiendo.

Luego, el Free Shop y las maletas. Las maletas que no llegaban. Esperamos como 2 horas, nos pusimos a hablar con 2 brasileros y Mamá salió del área de entrega de equipaje para sentarse. Me quedé esperando hasta que llegaron las 3 valijas.

¿Ahora que más? La Aduana. Vi que la gente abría las valijas. A mi también na pidieron que las abriera. Yo sólo llevaba 3 valijas llenas que representaban casi 50 kilos de equipaje.
Luego de confirmar de que tenía que abrirlas , empecé a buscar las llaves y cuando las encontré le dije: “mira que ésta no te la puedo abrir porque la llave la tiene mi madre, que ya salió”.
El tipo me hizo una guiñada y me dijo: “pasá, pasá”.


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