Salimos de casa a las 12:30. Otra vez llamamos a fonotaxi (2037000), quien llegó en 5 minutos y por 209 pesos nos llevó al aeropuerto. Está vez le preguntamos si llamando a la central nos iban a buscar al aeropuerto. Nos informó que sí y que era con cero ficha.
Volvimos a entrar en el aeropuerto y pensamos que éramos los últimos. Pero no, minutos después llegaron más personas. Mamá se fue a sentar y yo iba y venía a la cola cada vez que tenía que adelantar las valijas. La señora de atrás me ofreció llevar las 2 vajilas negras en su carrito de equipaje, pero con amabilidad rechace la idea. Le comenté que era más divertido ir y venir a mover las 3 valijas, lo cual resultó cierto.Entramos a la cola de check in y nos pusimos a hablar con otras chicas que descubrimos también iban a Curitiba. Unas amargas: las siguientes veces que nos cruzamos ni saludaban. Pero en ese momento nos informaron que la escala era en San Pablo. Ahí la razón para demorar 4 horas. Pero ellas tenían que el vuelo salía a otra hora.
Hicimos el check in, pagamos las tasas y con bastante tiempo entramos a la área de embarque. Esperamos allí varias horas. El vuelo que estaba programado para las 2:50 salió a las 6:15. Todo ese preciado tiempo lo utilizamos en comer algo, comprar y pasear por el Free Shop, y conversar con otros pasajeros.
Escuchamos historias muy similares a la nuestra, o peores, porque eran extranjeros que se alojaron en Punta del Este y tuvieron que volver hasta allí. También el vuelo de Pluna a Madrid estaba demorado, por lo cual encontramos gente que volvía a España, familias enteras que viajaban a Madrid, una señora que iba a conocer a su primer nieto y seguramente algún futuro deportado. Los pasajeros de Pluna tuvieron una suerte que nosotros no: les pagaron la cena. No puedo dejar de mencionar la cantidad de gente que dormía en el piso, entre ellos, la señora que me ofreció el espacio en el portaequipaje.
Los brasileros hasta juntaron firmas y entregaron un montón de cartas de queja. Yo, mi me calenté.
Subimos al avión por la escalera del fondo. Nos ubicamos en nuestros asientos y esperamos la partida. Un poco de marcha atrás, mucho rodaje hasta hubicarse en la pista y carreteo hasta despegar. Fue un despegue suave. Un poco de oídos tapados y no mucho más.
El viaje fue bastante tranquilo, alguna que otra turbulencia, el pollo envenenado, el pasajero 57 y un niño desaparecido que nunca nadie vió. Creo que mezclé películas. Dejemos sólo en las turbulencias. De tomar, jugos o Pepsi, y de comer, un refuerzo de fiambre, queso y lechuga, y un biscocho relleno de goiabada.
Fue difícil ir al baño. Pero lo logramos. Sólo tuvimos que esperar a que sacaran los carritos de comida, esperar a que se liberaran los baños y molestar 2 veces a la señora del pasillo. No quedó muy contenta, pero que se la banque, para eso se sentó en el pasillo.
Aterrizamos en Guarulhos, San Pablo, sin mucho que decir. Luego de bajarse medio avión, subieron unos cuantos brasileros que iban a Porto Alegre. Pero el avión no se llenó.El vuelo a Porto Alegre no fue tan suave como el anterior, nos cambiaron el refuerzo por 2 galletitas al agua y hubo algunas turbulencias más. Tanto que los oídos se me taparon y el izquierdo me empezó a doler al punto que tuve que decir la frase célebre: «Mamá, voy a desmayarme».
Cuando recuperé el sentido, la aeromoza que era media jefa (o simplemente mandona) me estaba atendiendo. ¿No les dan un curso de enfermería, verdad? Era media bruta, pero tenía buen corazón… Y una mirada interesante. Me dieron maní, agua y jugo y creo que para la gente de alrededor fue un buen espectáculo, asi que espero se hayan divertido bastante.
Cuando bajamos del avión, a pocos minutos del show, nos dirigimos a la enfermería y luego a recoger el equipaje. Estaba un poco mojado porque aterrizamos con lluvia. Asi que lentamente nos dirigimos a las colas de Check in para despachar el equipaje y luego ir a comer algo sustancioso. Recorrimos el tercer piso hasta que nos decidimos por un local de comida por kilo. Pagamos R$ 15.5 por nuestros dos platos y un jugo de naranja (tan natural como el de Don Peperone pero con más gusto).
Luego recorrimos algunas tiendas y nos sentamos en unos sillones. Pintó siesta. Corta pero hizo bien dormir. Hasta que Mamá quiso salir a caminar y yo me quedé intentando resumir la situación anterior. Como no pude, escribí gran parte de este relato y al volver Mamá me contó sobre un café grande y rico y que encontró otros lugares más cómodos donde sentarse. Hasta allí fuimos.
Charlamos un rato con Mamá, la ayude con el baja dedo y me contó del café. Asi que salimos a un paseo por fuera del aeropuerto y luego volvimos al tercer piso a tomar un café. Espectacular. Café Bom Jesús. ¿Donde se podrá comprar? Asi que le preguntamos a la moza, que dijo que sólo venía en grano y que era medio exclusivo. Pero San Google dijo que era un Café de Melita que se vendía en paquetes de a 1/4 hasta 5 kilos. Ahora sólo faltaba saber si había un supermercado cerca del aeropuerto y salir a buscarlo.
Después de eso no hicimos más que ir a la planta de embarque y sentarnos a esperar. Recorrimos una librería. Yo intentaba encontrar algún buen libro en portugués para leer, que prometiera ser fácil, divertido y de autor nacional. No lo logré.Este vuelo fue más sencillo, menos vueltas. Llegó el vuelo 1492 y nosotros lo convertimos en 1493. Luego de maní pelado y salado, y una carrita de cereal, el avión atravesó una turbulencia y llegó a destino. Fue un viaje muy tranquilo.
Desembarcamos en el aeropuerto de Curitiba, retiramos nuestro equipaje y buscamos el conductor del transfer del hotel: Bristol Sthay Metropolitan Flat. Lo encontramos, nos llevó al hotel, y lo demás, mañana.