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Torre y Churrascaría – Sexto día

Al brasilero no le gusta trabajar. Trabajan 2 horas y se van a coser para el carnaval. El que no cose, ensaya. Y el que no ensaya, fracciona droga.

Salimos caminando del hotel con rumbo a la antigua estación de tren, hoy convertida en shopping y que alberga el museo ferroviario y el museo de la farmacia. Ambos emprendimientos son financiados por O Boticário. El museo ferroviario era mi destino. Y tuvimos que esperar hasta las 12:30 para que abriera.

Mientras esperábamos paseamos un poco, sacamos muchas fotos y comimos una fondeau de chocolate de un local llamado Showcolate. La copa que nos sirvieron tenía 3 frutas picadas (kiwi, frutilla y ananá para mi), chocolate líquido de dos tipos, medio amargo y blanco, y un copo de chantilly con castañas de cajú picadas

Luego de la estación de Tren, el siguiente destino era la Torre Panorámica de Brasil Telecom. La opción más sencilla pero de mayor costo y tiempo era tomar la jardinera turística, que salía R$ 19. La más barata sería ir en ómnibus de línea. El tema era, cual ómnibus.

Preguntamos como llegar hasta allí a un guardia de seguridad del Shopping, pero no tenía ni idea de como llegar. Así que salimos y nos dirigimos a uno de los tubos y le preguntamos al cobrador. Este nos dijo que tomáramos un coche con destino Santa Candida. Luego de pagar los R$ 3,80 que nos salieron los 2 boletos, subimos al coche que vino bastante rápido y tuvimos la suerte que un señor le ofreciera el asiento a Mamá. Le pregunté a él si sabía donde teníamos que bajarnos y nos dijo que ese coche no nos servía, que teníamos que bajarnos en la plaza Tiradentes y de allí tomar un ómnibus hasta la Torre.

Bajamos a 3 cuadras de la plaza Tiradentes y nos dirigimos hacia ella siguiendo las indicaciones del hombre. Allí le preguntamos a un cobrador de otro tubo que nos dijo que teníamos que tomarlo a una cuadra de allí y que el destino del ómnibus era Santa Felicidade. Tomamos ese coche donde nos dijo, R$ 3,80 más, y en la segunda parada nos bajamos. ¿Dónde estábamos? Praça Mercês. Pero en el mapa no aparecía y no veíamos la torre por ningún lado. Así que mientras yo trataba de interpretar el mapa, Mamá le preguntó a una señora que nos iluminó. No veíamos la torre porque nos la tapaba el techo de un local de la esquina donde estábamos parados.

Caminamos 2 cuadras más y llegamos a la esquina. Y ahora, lo más dificil. La calle era tan empinada que era dificultoso bajarla, en especial para Mamá con su problema en las rodillas. Cuando llegamos a la puerta, entramos y otra vez descuento para mayores de 60! Mi entrada salía R$ 3 y la de Mamá R$ 1,5.

Aprovechamos los baños, nos sentamos a descansar un rato y tomamos agua. Luego de eso, nos dirigimos a las escalera y subimos el equivalente a 40 pisos hasta llegar al mirador.

¿Te lo creiste? ¡Imposible! Hay un ascensor que para en 7 pisos de la torre, que es donde están instalados los equipos de comunicaciones. En sí, esa torre es la equivalente a nuestra Torre de las Comunicaciones, con la diferencia de que no aloja oficinas.

Desde arriba Curitiba se vé muy bien. Tiene fotos con indicadores que muestran como identificar ciertos puntos de la ciudad. Y hasta encontramos un ave de rapiña que descansaba en la torre.

Para volver al centro nos tomamos un taxi. Casualmente encontramos uno a la salida, pero nos dijo que estaba esperando a alguien, pero si queríamos él llamaba a la central y nos pedía un coche para nosotros. Y tal cual, llamó desde su celular y a los pocos minutos teníamos un coche cero ficha. Nos salió menos de 20 reales. No recuerdo cuanto con exactitud.

Cuando llegamos al hotel, mamá se acostó a dormir y yo hice zapping en la tele. Una de las películas que miré fue Savage Beach. Película clase B… no, B es mucho… clase Z… no también es mucho.

Para almorzar fui a comprar unos Baurú y unas hamburguesas a la panadería a la que habíamos ido a comer la primer noche. Y de noche fuimos a comer a la Churrascaría.

Antes de ir a la Churrascaría Tropilha Grill, pasamos por un Mercadorama (el supermercado de barrio de Wal-Mart) y compramos algunos producos típocos brasileros, entre ellos la última bolsa de Fandangos! Demonios, esto pasa por dejar para último momento. Pero no importa, cuyando volvíamos lo hicimos por una calle diferente a la que fuimos a ver si de casualidad veíamos otro lugar donde comprar Fandangos.

Y Mamá los vió en la Drugstore de la esquina. Cuatro bolsas de 200 g de Fandangos me decían a gritos que me las llevara. Y no me pude resistir.

Tropilha Grill queda a 4 cuadras del hotel, por la misma calle. La dirección es Rua Emiliano Perneta 700. Fue la experiencia Curitibeña más irreal. Entramos y nos atendió una muchacha vestida como Paisana y un señor vestido con ropas típicas de gaúcho. Nos llevaron a la mesa, luego de preguntarnos si preferíamos fumador o no fumador, y nos corrieron las sillas para ayudarnos a sentarnos. A Mamá le ayudaron a sacarse el saco, el cual acomodaron en la otra silla y lo cubrieron un un mantel blanco! Si, si! Lo cubrieron para que no se ensucie ni tome olor.

Nos explicaron como funcionaba el sistema. Había a la derecha de cada uno un cartoncito redondo que de un lado era verde y del otro rojo. Si estaba del lado verde, los mozos nos traían los spettos, si estaba del lado rojo, los mozos nos salteaban.

La atención, para mi gusto, era sobreatención. Y Mamá casi que se mataba de la risa. Pero se contenía. Si, si, era muy gracioso. Cuando mi copa de Coca Cola bajaba a la mitad, o la cerveza de Mamá llegaba cerca del fondo, venía un mozo y nos servía. Si dejábamos un huesito en el plato auxiliar, venía el mozo y lo cambiaba por uno nuevo.

Increible.

Se me ocurrió ir al baño. Espectacularmente límpio y ordenado. E incluía hasta guantes de nailon, papel cobertor para la tapa del inodoro, enjuague bucal Plax de Colgate, vasitos de plástico para el enjuague, escarbadientes, papeles higiénicos cortados como los pañuelos descartables y no sé cuanta cosa más.

Pero lo del enjuague bucal, mató!

Los postres también estaban espectaculares, y el café también era rico. El costo total fue de R$ 93, que la tarjeta me lo cobró en U$S 54,24.

Una cena espectacular para despedirse espectacularmente de Curitiba.


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