Perdimos el domingo. Volamos todo el lunes. Recién martes pudimos conocer la ciudad.
Mapa en mano salimos a recorrer los puntos reconocibles más cercanos. Primero fuimos al Shopping Omar. Tiene 3 pisos de tiendas y servicios, una pequeña plaza de comidas y entradas por dos calles. En realidad, es lo que en Montevideo llamaríamos: «Galería». Una arquitectura muy interesante, diferente, novedosa y creativa que se repite en cada lugar de Curitiba.
No compramos nada allí y seguimos caminando. Llegamos a un supermercado Mercadorama donde hicimos nuestras primeras compras. No encontramos el café ni los espaguetis Nissin, pero sí los Fandangos. Luego de allí salimos para el Shopping Crystal. Por fin un shopping de verdad.
Arquitectónicamente se parecía al Punta y al Portones. Quizás también tenía algo del Palermo. Tiene 3 niveles que recorrimos completos y un nivel al que no llegamos, pero entramos en varias casas de ropa, zapatos y comparamos precios. Realmente está caro. Una de las casas donde entramos era de ropa de hombre (Lu, tendrías que haber estado vos). Allí, Donizeti me mostró unos trajes verdes y negros con fantasías, corbatas y camisas espectaculares. Los trajes estaban baratos. Al mismo precio de Montevideo pero de una calidad claramente superior. La tela se parecía al panamá en cuanto al brillo, pero con la suavidad de la seda. Las camisas eran de variados colores claros y el tipo sabía combinar muy bien los colores. O quizás fuera malísimo y a mi me parecían bien.
El almuerzo fue en McDonald’s. Comimos un pollo grille con jugo de naranja. ¡No tienen mayonesa! Asi que las papas las tuve que comer al natural. La hamburguesa estaba muy buena. Y lo mejor de todo, tenían internet gratis. Y lo peor de todo, no funcionaba. Al irnos pasamos por la puerta de una casa de Shiatsu. 40 reales lo valen, asi que el jueves volvemos.
Luego de ese shopping ya era hora de volver al hotel y descansar. Tuvimos la suerte de que quedaba cerca. Casualmente llovió un poquito, pero no daba ni para mojar.
En la noche salimos a caminar por otros atractivos. Primero fuimos hasta la plaza Osorio. Allí comienza la Rua das Flores… o termina. Descubrimos un local muy interesante llamado Giraffas. Es una casa de comidas rápidas pero que tienen una carta mucho más amplia que un McDonald’s. Seguimos caminando por era calle, que es peatonal y vimos que tenía sendas para no videntes. Mamá las utilizó porque son mucho más cómodas que caminar por las piedritas. Creo que sí alguien pone una fábrica de baldosas en Curitiba, o se llena de plata por la novedad y gran invento, o se funde completamente por haber creado algo que nadie en está ciudad conoce ni sabe como se usa. Todo Curitiba tiene calles de piedras de diferentes tamaños, colores y sabores. Y lo que tienen de malo las piedras es que generan aceras irregulares, por lo cual caminar es difícil y hasta doloroso. Pero el Curitibano y en especial la curitibana, fanática de los tacos aguja, parecen ya estar acostumbrados.
Uno de las tiendas a las que fuimos, es C&A. Encontramos tanto precios caros como baratos. Y encontramos mucha ropa como para comprarse de todo. Obviamente hay mucha ropa que podemos llamar novedosa para lo que es la grisura uruguaya. Mucho verde, mucho blanco, muchas rayas, muchos estampados. Realmente cosas lindas. Pero como todo en la vida, tiene que haber un lado malo: el saco de número 56 está acompañado de un pantalón 40. Asi que ese lindo traje verde me quedó bien de arriba, pero no de abajo. De todas formas, quedamos de volver al próximo día con más tiempo.
No recuerdo que cenamos, por lo cual me inclino a pensar que simplemente hicimos más espacio para el desayuno del día siguiente.