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No a los Libros de Autoayuda

Una verdad muy importante es lo que escribió Mary Schmich y popularizó Baz Luhrmann en una de sus películas: no leas revistas de belleza, porque lo único que logran es hacerte ver feo. [Texto completo]

Ayer alguien le recomendaba a otra persona un texto de título pomposo y además de eso algún libro de autoayuda. Primero puse cara de terror. Luego me volví serio, como para hablar de algo importante y le dije: «yo no estoy de acuerdo con esos tipos de libros. En el momento que me dieron uno para leer me sentía bastante mal. Sólo logró hacerme sentir peor».

Pero, ¿Por qué tengo tal concepto?

Los libros de tal tipo están escritos de forma que se aprovechan de un momento de debilidad de la persona para inculcarle un conjunto de valores basados en las experiencias ajenas y lejanas. Es lo más ruin que puede imaginarse, influir en la personalidad del lector cuando sus defensas están bajas. Es algo muy similar a lo que hacen las religiones y los políticos populistas. Lavar cerebros.

He conocido pésimas experiencias de gente cercana que ha caído en las redes de los libros de autoayuda. Desde la metafísica a los consejos para ser más fuerte frente a las supuestas adversidades. Gente cercana ha explorado dichos caminos y se ha perdido. Quizás para siempre. Parte de esa gente sólo ha logrado alejarse de sus amigos y familiares perdiendo sus afectos, perdiendo los vínculos, la identidad y quedando sola. Pero lo peor, es que el convencimiento es tal y tan dañino que terminan arrastrando a sus afectos más cercanos con ellos, encerrandose y aislandose del mundo.

Otros casos son amigos con quienes en algún momento teníamos algo muy lindo y luego de leer algún libro o visto alguna película relacionada, han ocasionado un quiebre unilateral sin sentido ni razón. De forma natural nuestros padres, nuestros maestros, la iglesia, los medios y tantos otros se involucran en enseñarnos un conjunto de valores que son la base que sustenta nuestra sociedad.

Cuando somos niños los aprehendemos, de adolescentes los cuestionamos y cuando nos integramos activamente a la sociedad, los seleccionamos. Cuando nos enfrentamos a problemas, los ponemos a prueba y en vez de usarlos correctamente, se nos ocurre tomar como verdad absoluta un libro de autoayuda que prostituye nuestros valores con nuevos valores que son incompatibles con nuestra personalidad.

Y ahí sobreviene la destrucción del ser.

La única verdad absoluta es que la verdad absoluta no existe.

¿Se dan cuenta que no importa cuales son los valores? Sólo importa que sean nuestros y no prestados. Que los hayamos aprendido por nosotros mismos y que no sean impuestos cuando nuestra personalidad ya está formada.

Los libros de autoayuda no logran más que motivarnos a cometer errores peores de los que hubiéramos cometido si no los hubiéramos leído.

Entonces, ¿Cómo busco ayuda cuando creo que sólo no puedo?

Busca gente. Busca personas con la que hablar y ser tú mismo. Desde un sicólogo a un amigo o incluso un desconocido. Alguien con quien puedas hablar, que te pueda entretener, hacerte pensar, cuestionar las vacas sagradas. Alguien que te aprecie, pero que no quiera mover los hilos de tu vida. En especial, alguien que no te diga lo que hacer y que obviamente no te obligue a realizar ninguna acción en la que tú no hayas participado de forma única y completa.

Otra cosa que dice en el texto citado: «dar consejos, es una forma de nostalgia».


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